Uno y la resistencia

Uno se encuentra en el autobús, medio dormido. La radio está encendida y aparentemente en bucle: los papeles de Bárcenas, el corralito en Chipre, el Papa Francisco I de los Pobres, los papeles de Chipre el corralito de los Pobres el Papa Francisco I de Bárcenas el corralito de Bárcenas el Papa Francisco I de Chipre, los papeles de los Pobres. Uno bosteza con sincero aburrimiento, tan sincero como las ganas de atravesar el cristal, igual de autoritario. A veces, entre sueños, a Uno se le escapa lo dramático.
Uno ha dejado la estación hace unos minutos, una estación enorme, atestada de individuos con prisa. Atestada de belleza y de rabia y de desánimo. Atestada de negocios, de partidas, de amores, de celos, de poses, de música intracraneal, de ganas de desaparecer, de superficialidad, de unas cuantas pequeñas y valiosas emociones, no muchas, no supremas, pero agradables en cualquier caso, piensa Uno. Y ahora viene un imbécil de voz profunda, piensa Uno, una voz imbécil a mediocrizar la realidad hablándole a Uno de Bárcenas, el Papa Francisco I de los Pobres, la Crisis, Chipre, todos con unas mayúsculas importantes, unas mayúsculas tan autoritarias como el aburrimiento de Uno y como aquel presidente americano que gritó a los cuatro vientos ES LA ECONOMÍA, IDIOTA. Es tu puta madre, Idiota, piensa Uno, medio dormido, incapaz de soportar las mayúsculas, incapaz de soportar el aburrimiento, incapaz de aburrirse con desdén principesco.
Uno piensa que se podría haber callado todo esto, que a su serenidad le gusta aquello de Pessoa,
No soy nada, nunca fui nada, nunca podré ser nada, sin embargo llevo en mí todos los sueños del mundo,