miércoles, 2 de mayo de 2012

UN AGUJERO EN EL ZAPATO ( II )


Cuando María mejoró me la traje a las dos a casa y, en medio de todo, nuestra casa me pareció un palacio. Éramos cuatro, dentro de su pobreza, para querernos. Dieguito tiene seis años, la nena uno. La encargada sacó las gallinas del fondo para que los chicos pudieran jugar allí. Papá yo quiero un revólver. Papá yo quiero pinturitas. El pibe va a primer grado. Papá yo quiero, yo quiero, yo quiero... Quiere muchas cosas. A mí se me hace un nudo en la garganta cada vez que lo oigo. Le acaricio el pelo, lo beso, lo aprieto contra mi pecho. Dicen que eso basta, que a los chicos hay que darles amor y con eso todo se suple. Pero no basta.

Hay que ver los zapatos quietos, los zapatos solitarios de las noches de Reyes, y la mano hurgando en los bolsillos para encontrar el peso que compre la sonrisa. Un peso que sólo compra una desilusión. -Los Reyes nunca me traen lo que les pido...!la bicicleta se la pusieron al chico de la otra cuadra ! y uno se traga las lágrimas. Y uno alza los ojos y pide cosas. Y reza. Y se olvida de rezar. Y vuelve a inaugurar el padrenuestro...Y uno se olvida de las palabras de amor para María... Y un día se siente mal, va al médico del hospital, el médico lo revisa a uno, le hace sacar radiografías, le hace hacer análisis... y le dice que no es nada, con una cara grave. Y uno, que tiene miedo -no por uno sino por todos eso que puede ocurrir si uno llegara a faltar -agarra las radiografías y los resultados de los análisis y le dice al médico de la fábrica : " Esto es del padre de mi mujer...¿se puede hacer algo por él?" Y el médico de la fábrica mira, lee, piensa, frunce el ceño, mueve la cabeza de izquierda a derecha, de derecha a izquierda y murmura : " Tiene para un mes..a lo sumo, dos".

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