LLUVIA DE PECES
De niño creía en
los milagros…
Hasta que uno me “empachó”. Un día cayó del cielo una lluvia de
peces. Y a partir de ese día, de desayuno, comida y cena había pescado en el
plato. Mi madre enlató, congeló, puso en escabeche, secó y puso en salazón toda
la lluvia piscícola que mi padre trajo aquel día extraordinario. Un milagro del
cielo, dijeron mis padres. Y dicho milagro ( incluso compartido con los
vecinos) nos duró casi un año. Yo, en mi inocencia, preguntaba por qué no
llovía también chocolate, filetes o zancos de pollo, y mi madre se reía. Me
explicaba lo del maná y la multiplicación de los panes y los peces, pero yo
empezaba a estar harto de tanto pescado. Sobre todo cuando llegaba por el hueco
de las escaleras aquel olor a guiso de carne. Llegué incluso a tener pesadillas
con espinas atragantadas en mi garganta,
o peces de enormes fauces que me devoraban sin piedad. Es hoy el día en que
odio el pescado en todas sus formas y manifestaciones, incluso pictóricas.
De niño creía en
los milagros...
Pero, incluso antes de salir del envoltorio infantil, empecé a
tener mis dudas. Sobre todo con lo de mi padre. No entendía cómo, existiendo en
verdad los milagros, no se había producido uno que evitara su caída del andamio
y mi temprano ingreso en el mundo laboral, para aportar ingresos a la familia,
cuando todos mis amigos seguían aún en el Instituto. Así que, poco a poco dejé
de creer en ellos, por injustos y selectivos.
Cierto día, en
el bar del puerto, donde echaba la partida después de la jornada laboral ( he de decir que no sólo heredé el puesto de
mi padre en la Constructora sino el bareto que él solía
frecuentar cada día), alguien desveló el misterio de aquel primer milagro de
lluvia de peces de mi niñez.
Iba apostando
fuerte. Y el viejo dueño del bar del
puerto dijo:
Juan, a ver si te va a pasar como a tu
padre en aquella famosa apuesta con Colmenero, que le apostó toda la pesca del
día de su barco contra una noche con tu madre. Menos mal que ganó tu padre.
Sorpréndeme sempre as miradas que se poden facer sobre unha mesma imaxe, e divirteme como xogo.
ResponderEliminarEste peixe para moito nos deu e menos mal que non fuches cruel porque se te chegas a enteirar de que o Colmenero era teu pai o empache había ser cojonudo .....
Repitome: este peixe para moito nos deu.
ResponderEliminarComeza dicindo que de neno cría nas milagres...
Anda Ya¡¡¡¡ pouco máis escribir iso, á autora declaróuselle un incendio na cociña porque ía fritir peixe e ..... como se puxo a escribir, esqueceulle a tixola e .... houboche que ver ....
Hai que ter moito coidadiño coas palabras porque coido que son vingativas ¡¡¡¡
!Chapeau !
ResponderEliminarVelaí que ate me volvin políglota.
Para premio seguro.
Espero verte polo patio máis.
Sinto o de incendio na cociña... Pero nótase que a escritora estaba metida de cheo na historia do Colmenero porque está xenial, tanto no fondo coma na forma. E logo ese final inesperado... De verdade pareceme moi boa.
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