( de la bebedora de absenta)
Después del primer trago, uno ve las cosas cómo le gustaría que fuesen. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y eso es lo horrible que puede ocurrir.
Oscar Wilde
-Buenas noches señora Higinia ¿lo mismo de siempre?
-Sí, Pedrín, más de lo mismo. Pero hoy déjame la botella, ya me sirvo yo. Tengo algo importante que celebrar.
Otra noche más, amiga absenta. Dicen de ti que produces alucinaciones, como alcaloide psicoactivo que eres, que le diste el valor necesario a Hemingway para salir a torear, o que guiaste la mano de Van Gogh para prescindir de una oreja. Ninguna de estas dos cosas guía mi sed. Yo sólo pretendo olvidar. O mejor aún, recordar…los sueños…pasados. Y dormir.
¿Cuántas copas van? ¿ dos…cuatro…?
No hay duda del diagnóstico. Ya empiezo por no saber ni contar. Yo, licenciada en Exactas, doctora por la Universidad de Salamanca, sola, celebrando mi última copa de absenta, e intentando traer los recuerdos por última vez.
Azules, verdes, blancas, tal vez rosas… No, rojas. Sí, sí, rojas como el fuego. Nubes. Que giran en espirales vertiginosas, como ojos de huracán, como una caída al vacío infinito. Una fuerza centrífuga que me engulle como un boa constrictor y me arroja al agujero del miedo. Nubes que rotan, se superponen, se distorsionan, cambian de forma y de color… hasta llegar al caos: una explosión incontrolada, que hace saltar por los aires todos mis átomos, como bandadas de pájaros sin control y sin destino…me desintegro en una nube de polvo multicolor.
¿Cuántas copas van? ¿ cuatro , ocho?
De pronto las nubes reducen la velocidad de giro, diluyen sus colores, como la acuarela en el agua. Se ordenan y alisan. Se paran, formando una base firme y plana del color de un cielo despejado. Sobre este lienzo celeste aparece una joven en su esplendor de juventud. Sonríe con boca de media luna. Es feliz. Se oyen campanas a lo lejos, su sonido metálico se va acercando y acercando. Me modela el cuerpo con sus vibraciones de repique…Absenta de mis delirios.
De pronto el sonido de las campanas se desvanece y una música de violines entra y llena lo azul. Es el roce de un beso de fuego, que inunda mi cuerpo de cálidas cosquillas, de placer total…Absenta alucinógena.
Ahora me siento transportada, sin gravedad, por los brazos de una brisa suave hasta un campo de moras. Cojo una a una y las pongo en la boca de unos niños, que más parecen ángeles, blancos, como el fondo de nubes que ahora se ha vuelto de un blanco de algodón. Sobre ese campo mullido floto ingrávida, con los niños blancos, volando por un espacio de luz que ciega.
Son ya diez o veinte?...¿cuantas pastillas me quedan?
Las campanas regresan de nuevo, pero ahora son sonidos monótonos, tristes : tan, tan, tantán, tantán, tan tan. Y lo blanco se vuelve amarillo, luego pardo, y así, degradándose por una gama de grises, se llega al negro.
Señora, la absenta es traicionera. Ya lleva una botella.
Será la última. Sólo necesito una última copa ( para las últimas pastillas).
Sobre lo negro cae una intensa lluvia, que se solidifica en forma de púas, se clavan sobre el lienzo como estalagmitas. Empiezan a girar y girar, con sus aspas como cuchillos transparentes. El fondo comienza a agrietarse, como venas superficiales, por las emanaciones de una fuerza de líquido verdoso en ebullición, parecido a la absenta, que sale de las entrañas de lo negro. Las grietas son cada vez más grandes. Una enorme grieta, de bordes humeantes y resbaladizos, me hace perder el equilibrio de vuelo, y caigo envuelta en una espiral de loco tiovivo, a la velocidad del vértigo.
Siento desintegrarme. Estoy desapareciendo, fundida en la negra oscuridad de una nada terrorífica por lo desconocido. Me abandono a mi destino, ya sin recuerdos. Perdidos a lo largo de la caída. Ya no sé quién soy. Tampoco me importa. Dejo caer mis recuerdos uno a uno, como moras, por el abismo, en un último acto de libertad, sin esperar a que me abandone la memoria. Como otros me han abandonado, amiga absenta.
Señora, despierte, se le ha caído algo. Señora, señora Higinia, por dios, es un frasco de pastillas. Se ha roto el cristal, está vacía.
Señora, despierte.
Angela Fernández
Benvida ao club da absenta.
ResponderEliminarAi pilliña, ti tamén coñecías os efectos. eh?
Por fin, volveu en si?
Es mestra en crear ANSIEDADE VIVA
Alucinante...(será pola absenta...?) O relato impresiona, máis que polo seu dramatismo, que tamén, pola maneira de estar contado. É un cadro cheo de cor, unha explosión de luz que vai esvaecendo ata chegar ao negro. As palabras desbórdanse, persíguense , precipítanse nunha corrente de lírismo que embebeda os sentidos ata chegar á vertixe final
ResponderEliminarGrazas Ágela por levarnos a esa "viaxe "dentro do prisma da luz sin pagar peaxe.O olvido pasa antas por estacións perigrosas, é un destino ,ás veces, dificil de conseguir.
ResponderEliminarPrecioso relato.
GRACIAS POR VUESTROS COMENTARIOS.
ResponderEliminarESPERO COMPAÑÍA PARA PROBAR LOS FASCINANTES EFECTOS DE LA ABSENTA.
YO AÚN SIGO COLOCADA...Y VERDE BOTELLA.ESPERO NO LLEGAR NUNCA AL NEGRO CARBÓN...EN EL FONDO ME PORTÉ BIEN Y LOS REYES DEJARON LOS CARBONES EN OTRAS CASAS MENOS AFORTUNADAS