–¿Lo es? ¿Diría usted que no se refugia en el azar, que se reconoce en sus decisiones? ¿Diría usted que no está atado a las veleidades del siglo, a las estructuras culturales, al relente de la sociedad?
–Tan solo a las leyes de la física.
–Ya veo. Tan solo a las leyes de la física.
Uno ve cómo el funcionario escribe en un papel. Levanta la cabeza, se relame, gotas de saliva le cuelgan del bigote gris. Lo primero, dice, algo fundamental es que sea usted capaz de comprar la libertad.
–¿La libertad se compra? –pregunta Uno, sorprendido.
–Por supuesto que se compra. Tiene diferentes precios, hay que considerar las fluctuaciones del mercado, la demanda, pero aquí no puede venir nadie con los bolsillos vacíos. ¿Por qué cree usted que existe el socialismo? ¡Pues porque los pobres no pueden ser libres! Si los pobres fueran libres todo lo demás importaría poco. Si los pobres fueran libres no existiría la moral, la compasión, la solidaridad en el Mundo de Allí Atrás. ¡Pero no lo son!
El funcionario se solivianta y bracea.
–De acuerdo, de acuerdo –dice Uno–. No se preocupe. Tengo dinero. Sí, he trabajado mucho, he ahorrado y he tenido ciertos golpes de suerte. Una herencia, sabe… Una herencia no demasiado allegada. Creo que puedo pagar la libertad que deseo.
–Muy bien –celebra el funcionario–. Me había asustado. La segunda pregunta es si se ve usted capaz de concebir la libertad. De visualizarla. Planificarla, como si dijéramos.
–¿La libertad se planifica?
–Evidentemente que se planifica. Relaciónelo con las cadenas. Debe observar por dónde se encuentra atado. ¿Qué le agobia? ¿Por qué se asfixia? ¿Lo sabe? Esta es la prueba más difícil. Es la prueba que, digamos, las ovejas no pueden superar. Las ovejas no pueden llegar a ser libres. Los perros. ¿Los perros tienen alma? Esa es una buena pregunta. ¿Se emborracha un perro si le das alcohol? Estoy convencido que todo ser que pueda emborracharse ha de tener alma y, por tanto, desear algún tipo de libertad. Pero las ovejas… Y, en fin, no creo que fuera usted capaz de distinguir una oveja, digamos, serena, de una oveja intoxicada, ebria. Entonces, contésteme, ¿puede soñar la libertad?
–Creo que sí, señor, creo que soy capaz.
A verdade que cada nova mentira deixame os ósos da alma moi mazados e cada vez cóstame máis erguerme e rescatar o soño; pero !non me rendín ainda !
ResponderEliminarTeño confianza en que a mocedade sexa capaz de reformular unha nova sociedade máis solidaria,eles son o futuro.