para que me acaricies,
lanzar mi voz hacia la copa de los árboles
para escuchar la tuya como un eco,
abrirme el cuerpo y ser un surco virgen
para tu aliento.
Arderé en tu mirada
después de haberme arrancado los párpados
y que tu luz me haya quemado dulcemente
los ojos y el temor a perderte en la noche.
Chantal Maillard
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