sábado, 29 de diciembre de 2012

ASFIXIA

Desesperado, entro en la Fnac a la caza de un libro que me salve la vida. Arrastro la desesperación desde la Casa del Libro y sigo con ella hasta La Central, la nueva tienda de los alrededores de Callao. Un libro que me salve la vida, pero del que no me haya hablado nadie todavía, que no haya salido en los periódicos, que no se encuentre entre los diez mejores del año, quizá que ni siquiera se haya publicado, aunque misteriosamente esté ahí, para mí, y nos reconozcamos al instante. Con la desesperación intacta, abandono la zona y bajo al metro donde una pareja de adolescentes, junto a la máquina expendedora de billetes, se salvan la vida el uno al otro a cuchilladas, si sus lenguas fueran dos cuchillos. Eso es salvarse la vida con desesperación, me digo, mientras la máquina me da un sablazo. Ya en el tren, una mujer ecuatoriana observa con desasosiego la pantalla del móvil a la espera de una llamada, de un mensaje, de un whatsApp que le salve la vida. Y estos que ahora entran a tocar la guitarra están pidiéndonos en realidad que les salvemos la vida......
J.J. Millás

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