HABITACIÓN
SIN VISTAS
( Hooper: Habitación en Nueva York )
Tengo que decírselo.
Ahora es el momento. Ahora o nunca. Pero, qué difícil es, no se cómo
empezar. Estoy paralizada por mi cobardía. Y sin embargo es necesario. Lo
necesito.
Cuando lo miro, enfrascado en su absurdo periódico.
Sección de deportes, seguro. O tal vez la cotización en Bolsa…
Ni siquiera me mira. Ni siquiera me ha mirado
en todo el día. No ha reparado en mi nuevo vestido, a pesar de su color de
reclamo. Ni en mi nuevo peinado. Sólo le interesan las noticias, lo ajeno, lo
material, las fáciles letras de imprenta rápida. Las que mañana ya no valen, las
que se tiran a la basura cada día, con fecha de caducidad, como los yogourts. O
sirven para envolver algo poco importante. O incluso, hay quien dice que son
eficaces para limpiar los cristales.
Hoy
hablan de algo y mañana de todo lo contrario. Inconsistencia,
frivolidad, mentiras, intereses, manipulaciones, sensacionalismo… Prensa de un
día, como las mariposas, pero sin color.
Hay gente que es alérgica a la tinta de los
periódicos, que sólo pueden leer la prensa al día siguiente, cuando la tinta
está totalmente seca… cuando las noticias, ya son otras y las anteriores ya no
contaminan.
Y él, ahí sentado, con su prensa fresca del
día, que aún coletea sobre su regazo de pescador aficionado. Algo tan efímero,
tan irreal mente real, y tan falso… Cómo puede preferir leer su periódico de
papel, antes que dedicarme a mí, que soy de carne y hueso, una simple mirada. A un se humano que, como
tal, está lleno de excitante complejidad. Un ser humano que siente, que late,
que piensa, que no necesita de papel y tinta para comunicarse. Basta una mirada.
Una palabra. O incluso una ausencia.
Esta
habitación es un espacio habitado por dos seres que parecen, son, extraños, en
un escenario íntimo. Ironía, contradicción. Donde el silencio invade la
comunicación y la castra con su afilada hoja podadora. Donde un piano y un
periódico sustituyen al necesario diálogo. Tal vez por eso están ahí, para
llenar ese espacio de vacío, que cada vez se va haciendo más y más grande. Cada vez las distancias entre las dos
personas del cuadro son más grandes. Tan cerca y tan lejos.
Es como si el piano y la mujer ( yo) ,estuviesen
en otro planeta. Y el hombre del periódico (él), se encontrase en las antípodas,
en otro universo, en otra dimensión. Un
abismo invisible corta la habitación en dos. Con una ventana por donde no entra
desde hace tiempo aire renovado, y una puerta por donde no se puede salir fuera
de hora.
Por eso tengo que hablarle.
Tengo que decírselo. Es el momento. Ahora o
nunca…Pero no puedo. Las palabras se me agolpan en la garganta y quedan
atrapadas sin salida. La voz no llega a ellas, sólo un susurro imperceptible, incontrolable,
como de tarareo.
-¿Ensayas alguna melodía amor?
Pregunta él, al oír el sonido, entrecortado,
de mi intento frustrado de comunicación,
levantando, ligeramente
contrariado, la vista de la sección de deportes del periódico.
-Sí,
cariño.
Le digo
con una sonrisa que saco del “Compendio Básico de Necesaria Interpretación
Teatral del día a día”, ensayada a lo largo de los muchos años de rutinas, para
seguirle el pulso a las normas de la vida.
- Es una
canción con la que estamos trabajando en la Coral.
Miento descaradamente.
-Vale,
cielo, cuando esté lista, no me importaría escucharla.
Contesta, aliviado de poder retomar su lectura de prensa… los goles del fin de semana.
Pero aún no está lista. Me falta valor para
interpretarla, digo para mis adentros.
Él sigue con su periódico, y yo ya estoy a
punto de tocar la primera nota. Pero mis dedos, es decir, mis cuerdas vocales,
están anquilosadas. Aún no consigo sacar esas notas del pentagrama hablado.
Él, pliega el periódico y me mira interrogante.
Yo lo miro aliviada. Es el momento, pienso. Me lo está pidiendo, con su mirada
compasiva, de buen amo y señor.
Voy a decírselo.
-Cariño,
escúchame. No es la canción de la coral la
que me tiene inquieta. Es algo que tengo que decirte. Es importante.
Él saca lentamente los lentes, deja el diario
sobre la mesa y… aleluya,… se dispone a escuchar. Él, que normalmente es el que
habla. Nunca escucha, o permanece en un silencio autista, o simplemente no
está.
-Pues
bien, ahí va:
Te dejo. Me voy.
No aguanto más esta vida suspendida en una
nada que me aterra, es como si estuviese muerta. No aguanto más
este desierto donde nos hundimos cada día, sin una salida, sin una esperanza.
No soporto más las horas que pesan como tumbas sobre nuestras vidas. Vidas
monótonas y acomodadas en un confort de cartón piedra, que languidece hasta el
encefalograma plano de esta habitación de foto fija, repetida hasta la
saciedad, sin apenas variaciones.
(Esto
no lo dije con palabras. No era necesario. No lo comprendería).
-Te dejo.
Repito.
Es lo
mejor que puedo hacerte y hacerme. No se por quien te dejo o por qué te dejo,
ni por cuanto te dejo.
Sólo se que necesito alejarme de esta
instantánea de acomodación moribunda.
Necesito abrir esa ventana y dejar que el viento desordene la casa. Necesito abrir
la puerta y salir a conquistar otros escenarios más vivos. Sentir el sol,
sentir el frío, sentir la lluvia, sentir incluso el dolor… Sentir… al fin. Una jaula de oro, y dos canarios que, de
monotonía, han perdido la voz y el interés para el canto… esos somos nosotros.
(Esto tampoco lo dije con palabras. Tampoco
era necesario. Tampoco lo comprendería).
-Me voy, puede que hasta nunca, o tal vez
regrese, quien sabe.
Los pájaros criados en cautiverio seguramente
no tienen muchas posibilidades de sobrevivir. Pero quien sabe.
( Esto tampoco salió de mis labios)
- Adios.
Por
cierto: no te olvides de tirar la basura. Y recuerda que los periódicos se reciclan… Hay
que ayudar al medio ambiente.
Angela Fernández
Tan brillante coma sempre. Os teus relatos engaiolanme. Sabes atopar a naturalidade, a cotidianidade da vida no medio dunha linguaxe literaria fermosísima,chea de imaxes e iso paréceme unha gran virtude.
ResponderEliminarPor exemplo a fin do relato é previsible , pero ti fas que resulte nova pola forma de narrar: Os pensamentos que se ocultan detrás das palabras ou a última frase faina distinta, orixinal.
Parabéns!!!
Gracias Conchi, tus comentarios me producen el mismo efecto que los de Francisco Castro, me estimulan. Lo malo es que no creo demasiado e mí misma, soy demasiado crítica. Pero te agradezco tu gentileza y tu generosidad...de amiga.
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