¿SÍ?… DÍGAME
Había probado con las imágenes más amables de la última película vista, con repertorio de rezos varios, con música clásica, y hasta, por desesperación, con recuento de ovejitas. Pero nada, la labor de costura se caía una y otra vez al suelo del insomnio.
Llevaba, pues, unas dos horas dormida, con el sudor del esfuerzo ya seco y los cambios posturales, para lograr el ansiado estado, en punto muerto, cuando, el agudo timbre del teléfono fijo, rasgó el primer capítulo de un sueño reparador. Tan necesario después del desgaste de un día, por decirlo suavemente, complicado.
Quedó en silencio, sin articular palabra. Hasta que la voz cesó.
La mano le temblaba. Consiguió colgar el auricular al tercer intento. Se sentó en el borde de la cama un tiempo indefinido. No sabría decir si fueron minutos u horas. Cuando recuperó la conciencia miró el reloj de la mesilla. Eran las diez de la mañana. Aún parecía de noche. Todavía llovía con rabia.
Recordó la mojadura del día anterior. Una lluvia implacable, aunque sanadora, la había cogido por sorpresa al salir del cine, y se había mezclado con sus lágrimas, con un sabor agridulce, que le recordó la comida china. Sólo a ella se le ocurriría ir a un dramón lacrimógeno, en vez de escoger una comedia que desatara alguna sonrisa al apretado nudo marinero de sus labios. Era difícil. La sombra de la sospecha la acosaba por todos los flancos. Pero, lo más juicioso hubiera sido haberlo intentado con un buen bálsamo de risas de una estúpida comedia.
Lágrimas y lluvia hicieron de ella un ser casi anfibio. Y lo mejor era que se sentía a gusto. No hubiera soportado un día radiante.
Entró en la ducha. Más agua, si, necesito más agua, pensó.
Para limpiar una suciedad imposible. Para borrar aquel día. Para olvidarse de la voz metálica del teléfono…y de su contenido.
Salió de la ducha y se contempló en el enorme espejo del lavabo. Aún se notaban las cicatrices de sus pechos. Pero ya no le dolían.
Recorrió con sus dedos temblorosos aquellas huellas de la cirugía, dibujándolas, sintiendo su abrupto relieve de puntos, aún enrojecido. Y sintió un escalofrío.
Cerró los ojos y recordó el ya lejano día de la operación.
También llovía aquel día. Pero aquella era una lluvia menuda, que apenas sí se distinguía, si no tomabas como referencia el leve chisporroteo de las gotas al caer sobre los charcos. Era un día gris, de nubes bajas y con niebla. La irregular línea de los altos edificios de enfrente se perdía entre la bruma.
El doctor le había dicho que la operación había sido un éxito. El tumor había sido extirpado en su totalidad, y la reconstrucción de sus pechos era perfecta.
Regresó más atrás en el tiempo.
Cuando su
pelo cayó a mechones y enmoquetó totalmente la bañera. Recordó los meses de
tratamiento. Y aquella odiosa peluca que le producía unos picores espantosos.
Aunque nada comparable con su miedo, casi terror, a la proximidad de una muerte
en la que nunca había pensado, hasta ahora. Recorrió su cuerpo desnudo. Una mirada de lágrimas contenidas, hacían de sus pupilas dos espejos cóncavos, donde se reflejaba la totalidad de su hermosa anatomía. Como una foto duplicada. O quizás son imaginaciones, pensó.
Aquel cuerpo, aún joven, todavía con hambre de vida. Con dos tatuajes en forma de media luna bajo sus pechos perfectos.
Se puso el albornoz blanco y secó la cara con las mangas. Sus ojos se resistían al estado seco, así que dejó que siguieran fluyendo. Ya pararán, pensó. Ya parará también la lluvia.
Se sentó en el sofá de tres cuerpos. Se fue escurriendo lentamente hasta conseguir la posición horizontal. Luego la de feto.
Así permaneció, oyendo todas las horas, y todas las medias, del reloj de pie del salón. Hasta que entró, sin dejar de llover, otra noche.
El teléfono volvió a sonar cuatro veces más durante
aquel día.
Pero
había perdido la fuerza muscular para levantarse. Una coraza medieval impedía
sus movimientos.Hasta aquella posición de letargo e invalidez le llegaron, a lo largo de las horas de aquel interminable día, retazos de su vida, enmarañados y desordenados.
Sentía que el puzle de su vida se había caído al suelo, y se habían dispersado sus piezas. Inútil ordenarlas. Más inútil recuperar las que se habían perdido en la caída.
Y del todo imposible razonarlas.
Así que se abandonó a un estado de pasiva contemplación.
La película no tenía orden lógico, ni cronológico, ni obedecía a ley alguna. Menos aún a su dirección. Tenía vida propia. Ya no le pertenecía.
Ella estaba fuera. Vacía de pensamientos. Los pensamientos ya no eran suyos.
Encerrada en aquel corsé de hierro esperando… Espectadora. Temerosa.
Prisionera sin resistencia, ni idea de fuga. Convertida en estatua de mármol blanco.
El teléfono volvió a sonar otras cuatro veces durante la noche.
Y otras cuatro veces no fue capaz de mover un solo músculo.
La mañana siguiente amaneció seca. Sin gota de
lluvia. Sus ojos también estaban secos. Sin gota de lágrimas.
Un sol tímido de invierno, que entraba por la
ventana, jugueteaba con sus pies, ligeramente amoratados por la hierática
postura de las muchas horas. Giro su cabeza hacia la ventana, y un descarado rayo de sol le baño la cara. Sintió su tibieza. Se desperezó.
Sonó el teléfono de nuevo.
Se levantó con dificultad. Como salida de una larga convalecencia de años… de siglos.
Tendré que buscar de nuevo la odiosa peluca, se dijo, mientras entraba de nuevo en la ducha. Evitando mirarse los pechos ante el espejo, esforzándose solamente en pensar en la ropa que se pondría hoy.
Angela Fernández
PARABÉNS Angela:
ResponderEliminarA parte da ledicia de atoparte polo PATIO, sinto necesidade de facer un UFFFFF...., URRA....., ou algo polo estilo porque este relato é o máis fermoso dos que che lin, unha auténtica filigrana estilística. Estou convencida de que debías explorar a túa magnífica vena escritora.
Tamén me sorprende cada vez que propoño un tema, como cada un lle dá unha interpretación tan diferente...
Un marabilloso relato, nada ao que non nos teñas acostumados, escrito cunha linguaxe tan lírica que fai que o dramatismo, que desemboca como unha fervenza no sorprendente final ( outra das virtudes do texto)se vaia diluindo coma unha lambetada amarga que nos fire cunha amargura que semella acariñar. Algo moi dificil de conseguir
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