La olla llevaba hirviendo todo el día. Desprendía el humo espeso de un tren de carbón con prisa por llegar a su destino. Pero el destino de aquel vapor no era otro que la terminal de mi pituitaria, esperando impaciente en el andén la llegada de sus olores.
El primer olor que llegó fue el de Pelargón, aquellos restos de biberón que mi hermanito dejaba y que yo apuraba golosa entre celos y cariño. Y se mezclaba con el olor a leche cortada, la colonia de limón y los polvos de talco.
Luego vino el olor
a goma de borrar, al polvo de la tiza del encerado y al regaliz
negro. Sin olvidar los recortes de obleas que las monjas repartían
en el recreo.
La olla seguía
hirviendo y desprendiendo nuevos olores. Estos iban y venían en
espirales de recuerdos, ascendiendo y descendiendo, lastimando o
mimando, borrosos o nítidos, reales o imaginarios. Hatillos del
pasado, a veces rotulados, otras sin nombre, como en un desván en el
que los objetos cuentan su historia en la medida de su habilidad
evocativa, y de la nuestra.
Ahora los olores
eran a incienso y a golosinas. Libros de cuentos con ese aroma a
papel impreso poblaban un día de fiesta con chocolate con churros
que amenazaba mi radiante vestido blanco. Olor a chiche y pipas en la
butaca del cine salían también de las emanaciones de la olla
mágica. De pronto un olor con sabor a verano me transportó a las
mareas bajas. El aderezo de algas agregaba su perfume salado. Los
vientos cambiaron el rumbo de los vapores y un fuerte olor a moras
maduras tiñó mi olfato. Una fragancia de pinos entró purificando
el aire. Excursiones al campo. Mimosas, madreselvas, eucaliptos, todo
un cóctel vegetal pusieron su punto en la cocción. El olor a tierra
recién arada de mi abuelo, el aroma a manzana madura de mi abuela.
Vuelta a cambiar el
rumbo. Y llegó el invierno, la tufarada a guiso por las escaleras,
las castañas asadas en el brasero y la leche caliente.Mi primera muñeca olía a goma nueva. Su pelo de nylon acentuaba aquel perfume hasta la embriaguez. Aquel día los olores sabían a turrón y polvorones.
La fragancia dulce de los paseos por el jardín, bajo los plátanos. Buganvillas y adelfas, rosas y lirios. Los brazos de mi padre olían a jabón y tabaco. Los besos de mi madre a ropa al clareo. Y de pronto una ráfaga fuerte de olor a lejía lo inundó todo. Lejía sobre madera, lejía sobre la colada, lejía en las manos de mi madre. Vahos desinfectantes que curaban.
La olla continuaba
en rabiosa ebullición. El primer beso y mi colonia se mezclaba con
aquel olor tan desconocido como estimulante. Un roce de barba
incipiente con restos de after shave completaron la cocción.
* * *
La olla seguía borboteando. Pero ahora el humo de la olla se hizo invisible e inodoro. Ya no era un humeante tren de carbón. Era un tren moderno, ya no escribía con carbonilla sobre el cielo de mis sentidos. Los olores se difuminaban, se perdían. Lo que allí hervía era una mezcla de mil sabores desconocidos, sin lógica ni orden. Tanto aparecía el dulce como el amargo, el salado como el soso, el espeso y el aguado. Un zoco de especias en un caos de olores indescifrables. Estaba la canela al lado de la cayena, el pimentón mezclado con la hierba luisa, el orégano junto con la nuez moscada. Me eran familiares algunos olores pero no sabía nombrarlos. Reconocía fragmentos, pero el todo se perdía en el vaho. Rostros conocidos a los que no ponía nombre, paisajes familiares que no encontraban ubicación en la película. Un film surrealista, sin guión y con banda sonora confusa. Y la olla, ajena a mi perdida pituitaria seguía ( y sigue ) desprendiendo sus vapores inútiles en mis ¿sueños?
Esto es lo que me
sucede. Por favor dígame. ¿Qué me pasa, doctor?
Angela Fernández.
A proposta era máxica mais non doada pero as boas escritoras cociñan o que sexa¡¡¡¡¡
ResponderEliminarQué buen relato! El final algo triste por lo que se intuye, pero no menos fermoso y apropiado. Besos y Feliz Pascua.
ResponderEliminarO teu relato engailoume e fixome viaxar no tempo. Devolveume aos recendos da miña infancia. As tuas palabras teñen maxia e dende logo estas feita de madeira de escritora.
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